93 – Saraís Tineo en Bogotá. Las cuatro estaciones en un solo día.

LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS
LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS
93 - Saraís Tineo en Bogotá. Las cuatro estaciones en un solo día.
/

TEMPORADA 15 – LA SERIE DE COLOMBIA – Episodio 93: Saraís Tineo en Bogotá. Las cuatro estaciones en un solo día.

 

20 de marzo de 2020

Duración: 38min 27seg.

Saraís es una Internacionalista que lleva dos años viviendo en Bogotá.

En este episodio, nos cuenta cómo ha sido su experiencia trabajando con organizaciones de cooperación internacional en la capital colombiana.

Puedes seguir el trabajo de Saraís haciendo click aquí:https://www.linkedin.com/in/sarais-tineo-de-los-remedios-273734b1/

 

///
Transcripción:

René Mendizábal: Hoy es sábado veinte de marzo. En Toronto son las cinco treinta y siete de la mañana. Y, coincidiendo exactamente con el equinoccio de primavera, damos inicio a nuestra temporada número quince, episodio noventa y tres. Lo vamos a dedicar a conocer y conversar con los venezolanos que están viviendo en Colombia. Para eso, me está acompañando el día de hoy Saraís Tineo en la ciudad de Bogotá. Saraís, Bienvenida a Los trabajos y los días. Feliz equinoccio de primavera.

Saraís Tineo: Gracias, René. Me imagino que por allá por Montreal ya se está sintiendo el cambio en el clima. Perdón, en Toronto.

RLM: En Toronto, sí. Bueno, es prácticamente el mismo clima. Sí, sí, se está sintiendo un poquito, normalmente por estos días suele venir un ventarrón muy fuerte y ahí es cuando desaparece toda la nieve que está todavía en la calle y ya empieza la primavera de verdad.

ST: Yo lo viví, un poquito, cuando en algún momento estuve en Canadá. Lo viví. Por eso dije Montreal, porque creo que me llevé de una un recuerdo de mis recuerdos de mi mes de intercambio de Montreal. Yo tuve esa transición, fue justamente como en abril. Ya había pasado la fecha del equinoccio, pero todavía estaba haciendo muchísima nieve. Y, justamente como unos pocos días antes de regresar a Venezuela, el cambio fue increíble de días blancos —porque ni siquiera grises, sino totalmente blancos— a días azules. A pasar de usar chaquetas gruesa a de repente una chaqueta… 

RLM: Un suétercito, sí.

ST: …más ligera. El cambio fue increíble.

RLM: Y tú ves cómo le cambia el estado de ánimo a la gente, también.

ST: A la gente, sí.

RLM: Bueno, Saraís, cuéntanos. Tú eres internacionalista. Yo entiendo que tienes, más o menos, dos años viviendo en Colombia. Llegaste, inicialmente, porque tu pareja consiguió trabajo en Colombia y eso fue lo que motivó la mudanza. Cuéntame qué fue lo primero que pasó por tu mente el día que llegaste a Colombia, sabiendo que ya «hoy llego para vivir». 

ST: Un poco de incertidumbre, porque creo que tú nunca sabes realmente si vas o no vas a vivir. Y más cuando a ti te llevan las circunstancias. Porque no fue una decisión de algo que yo quiero o ya sé que voy a hacer esto, sino que fue totalmente circunstancial. Creo que lo primero que pasó por mi cabeza fue «construir», quizás. Había como muchos sentimientos, obviamente. Estaba como con la tristeza que acabo de dejar a mi familia, pero estaba llegando a un lugar nuevo. Para mí no era tan desconocido Bogotá, ya yo conocía Bogotá, entonces no tenía como esa sensación de «estoy llegando a una ciudad cien por ciento desconocida», que quizás le pasa a mucha gente. Mucha gente sí llega a un lugar sin saber ni siquiera cómo se llama, no sé, el aeropuerto. Para mí, en ese sentido, Bogotá era un poco más conocida, ya había venido justo el año anterior de yo haberme mudado, había estado en la ciudad. Pero, sí, creo que diría quizás como «construcción». No sé, abrir la mente. Esas son como un poco las las primeras cosas que van pasando por tu cabeza, como: «guao, ahora estoy aquí. ¿Qué va a pasar?» 

RLM: Ponnos un poquito en contexto, entonces, ¿cómo es el día típico de una persona que vive en Bogotá?

ST: Es muy cómico. El día típico es despertarse quizás con mucho sol y golpe diez de la mañana se empieza a nublar todo. Quizás a las doce del mediodía puedas tener un palazo de agua terrible. Cuando sales del trabajo —tanto para llegar como para salir—, te encuentras con un tráfico infernal. Aquí en Colombia le dicen «trancones», es muy chistoso. Creo que puedes pasar una parte importante de tu día en los trancones de Bogotá. Y, luego, de repente llegar a tu casa o quizá salir con tus compañeros o amigos a beberte algo. Es muy curioso porque quizás tú pensarías que Bogotá tiene una vida nocturna activisíma. No es tan así, ellos por algunos temas durante la época del conflicto armado más duro, la gente rumbeaba solo como hasta las dos de la mañana, cosa que, de repente, para nosotros como venezolanos es loquísima porque uno piensa hasta el amanecer. Aquí lo común es como hasta las dos de la mañana. Pero, debo decir que si te acercas a cualquier lugar de estos de fiesta, lo que sea, tú vas a ver a la gente activadísima. O sea, en ese sentido, creo que te puedes sentir como en casa porque la gente está superpendiente de su rumba, todo el mundo ver qué hacer. Aquí me estoy yendo ya un poco más a los momentos de entretenimiento de un día en Bogotá, pero lo que te describí al principio creo que es el día básico, o sea, esa cosa muy graciosa de pasar por las cuatro estaciones en un solo día.

RLM: O sea que el clima varía bastante a lo largo del día, no es una cosa estable.

ST: El clima varia muchísimo. Es más, en estos días veía algo —creo que era un TikTok— que me habían compartido, que decía: «di que vives en Bogotá sin decir que vives en Bogotá». Y era: te asomas por la ventana, un cielo espectacular y dices: «ay, me voy a llevar la chaqueta porque creo que va a llover». Eso es como la mejor definición de verdad de vivir en Bogotá.

RLM: Ok, excelente. Hay algo que a mí me da mucha curiosidad, yo realmente no conozco Colombia, pero Colombia y Venezuela fueron en algún momento de su historia el mismo país. Mucha gente viviendo aquí en Norteamérica, lo más parecido que yo me puedo conseguir a un venezolano es un colombiano. Desde aquí se siente exactamente como lo mismo. Y hay gente, incluso, que describe a Colombia y Venezuela como países siameses, como hermanas siamesas. La llamábamos «la hermana República», de hecho. ¿Cómo se siente, entonces? ¿Cuál ha sido el desafío de estar en un país tan similar?Aparentemente se siente diferente cuando uno está ahí. A lo mejor sea como Canadá y Estados Unidos, que de lejos tú los ves idénticos, pero cuando estás aquí empiezas a sentir que hay algo un poquito diferente. ¿Cómo ha sido para ti esa experiencia? ¿Qué has encontrado desafiante? ¿Qué has encontrado que puedes usar a tu favor?

ST: Bueno, hay algo que es muy, muy interesante, que de algún modo te sigues sintiendo como en casa, quizás, por ejemplo, por la cantidad de venezolanos que hay acá. El tema de la comida, por ejemplo, no es nada difícil conseguir unos tequeños o unas empanadas. Por lo menos, a mí la comida me lleva mucho a los lugares, yo soy como supergordita, en sentido que me encanta comer, probar, etcétera. Y, ejemplo, en la esquina de mi casa tengo un local de arepas y empanadas venezolanas.

RLM: ¿En la esquina?

ST: En la esquina, básicamente la esquina de mi casa. Eso es increíble. Eso es muy bueno.

RLM: Puedes ir todas las noches si quieres.

ST: Podría ir toda la noche si me da la gana. Cerca de mi casa hay montones de locales. También es muy sencillo encontrar, por ejemplo, una chuchería venezolana. Esas pequeñas cosas que parece mentira, pero que te llevan mucho a casa. Creo que una gran brecha por la ciudad en la que yo vivo es que puedo sentir un poco más de diferencia cultural entre el bogotano y el venezolano. Es el tema de que nosotros solemos ser como muy directos en muchas oportunidades o muy expresivos y la gente aquí un poco más «polite», guarda un poco más las distancias, no de manera negativa, sino que se toman su tiempo. A veces creo que nosotros los venezolanos somos un poco más confianzudos o, como yo digo, igualados. Y aquí la gente no es tan así. Entonces, bueno, creo que es una buena oportunidad para las personas que no sepan bien cómo manejar estas dos cosas, es una oportunidad para mezclarla bastante bien. Porque puedes ser una persona muy directa, pero quizás aprendiendo a decir de mejor manera las cosas o de una manera un poco más calmada. Yo creo que eso es algo que puede jugar bastante bien a tu ventaja, o es algo que a mí me funciona también bastante bien.

RLM: O sea que el estilo de comunicación es diferente, es lo que llaman «comunicación de alto contexto». De repente no te dicen exactamente lo que te quieren decir, pero te dicen cosas para que tú entiendas y aterrices en lo que te quieren decir.

ST: Muchas veces sí. A veces ni siquiera eso, pero, es lo que te digo, creo que igual es como una buena oportunidad para aprender otras maneras de comunicarte. Obviamente, las variables culturales siempre van a estar presentes ahí, seas de donde seas, vayas a donde vayas, hay ciertas cosas que no quieren decir que sean buenas o malas, sino que siempre tú vas a llevar contigo. Pero, sí, es eso. Es como una bonita manera de aprender otros métodos de comunicación que te sirvan a ti para expresarte en contextos distintos. Porque, claro, yo no puedo ser aquí igual de igualada con el director de la compañía a como de repente lo era en Venezuela, pero, al mismo tiempo, sí poderles ir enseñando cómo es una buena manera de integrarse y que yo, siendo una empleada normal —por ejemplo, poniendo un ejemplo superaleatorio— puedo acercarme a esta persona. Lo que te digo, quizás no la misma manera, pero podemos sentarnos juntos en la misma mesa, que eso no tiene que ser como una gran brecha que nos va a separar, pero sí teniendo un poco más de cautela con la manera en la que me dirijo a esta persona.

RLM: Te estoy escuchando decir que las relaciones de trabajo pueden ser también un poco más jerárquicas que a lo que uno está acostumbrado.

ST: Sí. Eso todavía es algo que hay que superar en algunos lugares de acá. Por ejemplo, en en uno de los trabajos que tuve la oportunidad de tener acá, a mí me llamó mucho la atención que justamente el director de finanzas de ese lugar donde yo trabajaba se había sentado a almorzar con nosotras y, la verdad, yo no lo tomé como nada extraño.   Para mí esto era muy natural y cuando terminamos, la muchacha que estaba hablando conmigo, estábamos conversando, estábamos haciendo el sobremesa y ya el señor se había ido, y ella me dijo: «qué chévere que el director se sienta a comer contigo», y yo le digo: «no deberíamos verlo así. O sea, él también es una persona y estamos en el mismo ambiente de trabajo, ¿por qué tenemos que tener esa diferencia?». Y ella: «esta es la primera vez que me pasa, en los otros sitios donde yo trabajaba no era así», y yo le digo: «bueno, está bien, pero está chévere también que te vayas acostumbrando a esto, que quizás puedas compartir el mismo espacio con una persona que está un poco más «arriba de ti» por un cargo». Yo sí soy creyente de los liderazgos más horizontales. Pero, bueno, me estoy yendo ya para otro lado. Pero, sí, eso es una brecha que existe y yo creo que uno puede ir usándola como a su favor para ir, de alguna manera, generando esos pequeños cambios que parecen tontos, pero sí hacen la diferencia en el día a día.

RLM: Te voy a contar una cosa: cuando yo llegué a vivir a Canadá, la verdad nunca había estado, no conocía prácticamente nada a este país, no tenía realmente una perspectiva o una opinión formada, salvo que era un sitio frío al norte de Estados Unidos. Pero, con Colombia es diferente, con Colombia hay más relación. De repente uno ya tiene una opinión formada antes de llegar. ¿Cómo ha cambiado tu perspectiva? Ya pasaron dos años, ya la sensación inicial pasó. ¿Cómo ha cambiado tu perspectiva de Colombia teniendo ya dos años viviendo ahí?

ST: Bueno, te cuento que yo había tenido relaciones muy cercanas con gente colombiana porque varias de mis mejores amigas sus mamás eran colombianas. No solo eso, mi mamá tuvo una pareja colombiana, entonces ya yo había tenido como cercanías con algunas cosas de la cultura. De hecho, cuando yo estaba acá, cuando yo llegué, muchas palabras no me costaban, yo entendía muchas de las cosas que me querían decir porque después de lo que te dije, de esta pareja que tuvo mi mamá, yo en general soy muy curiosa y me gusta saber cómo dicen las cosas en otros lugares, me gusta entender otras culturas. Eso para mí es como muy importante. ¿Si mi opinión ha cambiado? Creo que no, no me gusta juzgar a las personas por una nacionalidad. O sea, yo creo que en todos lados hay gente buena, en todos lados hay gente mala, en todos lados hay gente empática, en todos lados hay gente apática. Creo que no es mi manera de ver a las personas. Como te dije, si hay variables culturales que siempre influyen en las personas, en sus tratos o en quizás como yo me exprese. Pero, no es como yo suelo conectar, por decirlo de alguna manera.

RLM: O sea que a nivel de sociedad, de cultura, de país, no hubo sorpresas para ti. Ya tú más o menos lo conocías. Y lo que te conseguiste al llegar era lo que tú pensabas que te iba a conseguir.

ST: Sí, más o menos, sí. O sea, lo único que sí te puedo decir que me sorprendió un poco es, bueno, una historia quizás un poco dramática. Yo terminé un día llorando en uno de esos famosos trancones que te conté. Era un día superimportante acá en Colombia, se celebra el día de velitas el ocho de diciembre, si la memoria no me falla. Yo iba en el autobús y ese día estaba supertriste por algo que me había ocurrido y me tardé muchísimo en llegar a mi casa, me tardé como dos horas y media. Y no era tan lejos, ese tramo yo —normalmente, con el trancón diario— lo hacía como en una hora quince y ese día me tardé dos horas y media. Claro, un día superimportante acá, todo el mundo se desplaza, la gente va a sitios públicos a prender sus velitas. Es una tradición bellísima, por cierto, a mí encanta. Yo estuve llorando en ese autobús las dos horas y media, y a mí lo que me impactó fue que nadie se me acercó a preguntarme qué me pasaba. Algo que quizás en Venezuela mínimo tres viejitas se acercaban a preguntarme:   «¿qué te pasa? ¿por qué lloras?» y, claro, nadie me preguntó nada y eso a mí me sorprendió muchísimo. Y yo le digo a mi novio: «me impactó mucho que nadie se me acercó en ningún momento» y me dice: «bueno, aquí la gente es así, es un poco como más distante». Obviamente, es lo que te digo, no es algo malo ni bueno, son solo variables culturales. Y eso a mí me impactó muchísimo. Al igual que la otra vez me sucedió algo similar, no fue conmigo, sino que había una muchacha que ya estaba esperando el autobús en la parada que está más cerca de mi casa y la muchacha estaba llorando pero desconsolada. Lo que entendí un poco por lo que decía y lo que lloraba era que su papá había fallecido, o algo así. Y el único gesto que vi de alguien intentando apoyarla fue la señora de la venta de arepas —aquí en Bogotá es bastante común que hayan personas con puesticos en la calle vendiendo arepas— que le dio un agua y ya. Me acuerdo que, claro, aquí que pase el autobús es así como: «¡llegó el autobús! Hay que correr», y yo estaba así como muy pendiente, pero me acuerdo que tenía una mandarina en la cartera y yo le dije: «sé que estás muy triste, pero te prometo que todo va a estar bien», le di la mandarina y llegó el autobús y le dije: «perdona, quisiera quedarme más, pero llegó el autobús, me tengo que ir» Entonces, claro, creo que es una de las cosas que sí me ha marcado más. Pero, en términos generales, como tú dices, yo creo que yo sí estaba un poco más clara de con qué me estaba encontrando.

RLM: Estás diciendo dos cosas ahí que me llama la atención. Entonces, perdóname la ignorancia. ¿En Bogotá no hay metro? Solo autobús.

ST: No. Horrible. En Bogotá eso es un tema, incluso.

RLM: Pero, ¿tienen el TransMilenio?

ST: Correcto. Te cuento un poco. Por lo menos Medellín tiene metro. Entonces, eso es un tema incluso para los mismos colombianos, porque es muy común esa rivalidad paisa con esa rivalidad bogotana, porque Bogotá es la capital, pero las personas de Medellín sienten que en Medellín, de algún modo, hay como más desarrollo. Porque hay un metro, quizás por todas las dificultades que superaron posterior a toda esta época tan fuerte de los 80′, 90′ con el narcotráfico. También Medellín es como la cuna del emprendimiento, no en Colombia, sino básicamente de Latinoamérica. Entonces, hay muchas rivalidades y uno de los puntos que siempre sacan a relucir es el metro, porque, ¿cómo es posible que en la capital no haya metro y en una ciudad de la provincia —que obviamente es una de las ciudades más importantes del país, pero no es la capital— haya metro? Entonces, aquí no hay metro, aquí solamente está el TransMilenio y, por supuesto, el TransMilenio si bien tienes accesos de todos los lados de la ciudad, no es que en el cien por ciento de las calles tú tienes el TransMilenio. Igual que el metro, obviamente. También vive muchísima gente, o sea, Bogotá es una ciudad muy, muy, muy grande y el tema entre que el autobús puede tardar mucho por las trancones, más el TransMilenio a veces está demasiado lleno, que es casi que inhumanamente posible que tú puedas entrar ahí; la emoción de cuando llega el autobús y llegado vacío, es como: «¡sí!, tengo que irme aquí».

RLM: Claro, es muy importante. Me mencionaste otra cosa que nunca había escuchado. Mencionaste la fiesta de velitas, ¿qué es eso?

ST: Te cuento, las velitas es una tradición muy linda. En realidad, creo que el noventa y ocho por ciento de las fiestas en Colombia —de los días feriados— son festivos religiosos, son por temas católicos. Colombia es un país supercatólico. La gente aquí es muy, muy, muy católica, muy religiosa. Una de esas fechas es por el día de… ¡Uf! Perdónenme los colombianos que me estén escuchando, me da un poco vergüenza. Soy muy mala con este tema de temas religiosos, de fiestas, etcétera. Aquí la patrona es la Virgen de Chiquinquirá, pero no es el día de la Virgen de Chiquinquirá, creo que es como el día de la Virgen. Bueno, no me acuerdo. Perdónenme de verdad. El punto es que la tradición en realidad en lo que se basó es en que las personas prenden velas de distintos colores y escriben (o cuando prenden las velitas) dejan como sus intenciones con estas velas. Entonces, claro, se supone que cada color de vela tiene un significado. Yo, por lo menos, lo que he tratado de hacer, no sé si lo he hecho del todo bien, es que trato de asociar alguna de mis intenciones con el color de la vela. Entonces, bueno, tú aprovechas para pedir por tu familia, que no les falte salud, prosperidad… También hay como una parte muy importante de pedir por la tranquilidad. No solo por la paz del entorno, sino por tu tranquilidad. Entonces, es una fiesta donde básicamente eso es lo que tú haces. La gente se reúne en familia, prende sus velitas y con esa prendida de velitas, pone sus intenciones para lo que quiere que venga de aquí a las próximas velitas. Tú pones tus intenciones en lo que quieras que venga para ese momento.

RLM: Prácticamente al final del año, te permite ir reflexionando…

ST: Sí, además que también viene un poco como con el tema de las novenas —aquí se celebran las novenas—, que son como unas series de misas que van como antes de la llegada a la navidad. Diciembre está muy lleno de fiestas acá. Pero, por lo menos, eso de velitas es una tradición que a mí me encanta y, de hecho, desde que yo estoy acá he intentado hacerla en estos varios diciembres que ya llevo acá, porque sí me gusta y yo creo que una de las cosas que uno debe tratar de hacer es como adaptar algunas tradiciones del lugar donde tú estás. Eso para mí yo creo que es muy, muy, muy importante.

RLM: Ya vamos a volver a hablar de esas tradiciones, pero, antes de eso, yo entiendo que tú no trabajas exactamente en la definición más tradicional de un internacionalista, en una embajada, en una cancillería, sino que trabajas con organizaciones internacionales. Trabajas concretamente con una organización de cooperación internacional, de impacto social y de emprendimiento social. Y, a lo mejor lo estoy diciendo todo mal, tú me corriges, pero, cuéntanos un poco qué trabajo estás haciendo tú en Colombia. ¿Cómo llegaste a eso? ¿De qué se trata? ¿Qué impacto aspiras tener?

ST: Yo trabajo en una ONG internacional, que tiene presencia en, aproximadamente, noventa y tres países, es bastante grande. La verdad muchas cosas de mi vida han sido muchas casualidades. A mí me trae una compañera de la universidad, ella iba a pasar a otro programa y me dice si quería ser voluntaria de esta organización. Yo, en ese momento, acababa de salir de la universidad —ya había dejado mi (?) en la universidad por razones obvias, porque ya estaba saliendo—, y yo le digo: «sí, ¿por qué no? Mientras me sale un trabajo, por supuesto que sí». Obviamente mi búsqueda de empleo no estaba parando y así también me mantenía haciendo algo que me gustara y que también me diera algún tipo de experiencia. Resulta que, ella no me había dicho nada, pero era como una especie de test para ver si la que, en ese momento, era su jefa se sentía cómoda trabajando conmigo y si le gustaba la calidad de mi trabajo. Si estaba interesada, me quedaba. En efecto, pasó así. Yo no tenía ni idea. Yo estaba literal con mi mente de: «estoy haciendo un voluntariado, esto va a durar lo que tenga que durar. Me voy a disfrutar el proceso y seguiré adelante». Estuve con esta organización en Venezuela unos tres años. Me vengo para Colombia, a pesar de que esa era la oficina regional. Con «la oficina regional» me refiero a una oficina regional andina de la organización. Ahí se trabaja con Venezuela, Colombia, Perú y Bolivia. Yo lo que tenía en mente era igual seguir acá de manera voluntaria. A mí no me pudieron contratar acá porque en ese momento no había proyectos —puntualmente en Colombia— y ya todos los proyectos que estaban en los otros países ya tenían a quien asignar su proyecto. Entonces, bueno, yo sin problema. Obviamente superagradecida por la oportunidad. Cuando uno tiene ese primer trabajo que pues te sientes también bastante agradecido porque sin saber nada, alguien ve como algún potencial en ti.

RLM: Claro, y así no te paguen, ya es como una primera referencia en ese país que tú puedes poner en tu currículum.

ST: Exacto, porque además igual había trabajado con Colombia. O sea, estando desde Venezuela, yo igual estaba trabajando con Colombia, y todo queda muy bien. Igual quedo vinculada a la organización. Yo consigo un empleo acá y, obviamente, mis nexos con ellos se separan un poco. No por nada malo, sino porque obviamente yo estaba full-time en un lugar acá. No podía hacer las dos cosas a la vez, pero, igual en lo que yo podía yo apoyaba de manera voluntaria. Todo muy chévere. Luego, yo decido renunciar a este trabajo donde yo estaba acá, y paso como un año un poco intermitente, un poco como: «¿qué voy a hacer? ¿Qué quiero hacer?». Tuve algunos trabajos de consultoría, pero muy pequeños y muy puntuales. En ese momento intenté emprender, intenté crear una fundación con una muy querida amiga, justamente para apoyar a migrantes venezolanos, pero ella consiguió un empleo superdemandante. Y no era que yo no quería seguir llevando adelante lo que estamos tratando de construir, pero, honestamente, la metodología que íbamos a manejar era de ella, la que conocía todo, no había como tiempo para darme esa transferencia. Y además, claro, cuando tú estás emprendiendo, yo creo que no es como un trabajo tuyo solo. Yo también soy como supercreyente del trabajo en equipo. Entonces, claro, también si lo piensas en términos de lo que estamos tradicionalmente acostumbrados a escuchar, es que dos cabezas piensan mejor que una. Entonces, bueno, eso finalmente no salió, no era el momento. No pasa nada. Y ellos me vuelven a contactar el año pasado. Yo todavía estaba en mi momento de intermitencia, además había caído la pandemia. Se da un momento terrible para buscar empleo en la pandemia y ellos me vuelven a llamar. Ahí obviamente acepté, evidentemente. Y me puse a trabajar. Lo primero que estuve haciendo fue trabajando en la réplica de un proyecto que había comenzado en Europa, que buscaba apoyar esta red de emprendedores de la organización, buscaba apoyar a unos veinte alumnos más destacados, en re-adaptar o afinar sus estrategias de acuerdo a lo que había pasado con sus organizaciones a raíz de la pandemia. Ese fue el primer proyecto en el que me revinculé con la organización. Hoy en día estoy apoyando un poco más, como en el tema de alianzas estratégicas y de sacar adelante la oficina de acá. También, uno de los proyectos que queremos promover, es un proyecto bellísimo que busca apoyar a innovadores sociales que estén generando soluciones innovadoras de cara a la migración. Entonces, bueno, eso es como una de los de los proyectos grandes en los que estamos tratando de sacar adelante. Pero, sí, como te decía, básicamente la función en la que estoy trabajando acá es el tema de las alianzas estratégicas.

RLM: Cuando dices «visiones innovadoras de cara a la emigración», ¿es migrantes que llegan a Colombia? ¿Migrantes que se van? ¿Migrantes en otras partes de América Latina?

ST: Fíjate que lo interesante del programa es que ni siquiera tienen que ser migrantes en sí. Lo importante es que ya estén brindando soluciones a esas comunidades migrantes, porque puede ser en distintos nichos, puede ser en empleabilidad, puede ser quizá por su rol o propuestas que estén generando a nivel público, quizá en temas de salud. O sea, no salud en temas de derechos humanos, no es algo que esté cerrado, pero puede ser un mismo colombiano que esté generando algo espectacular y quizás algo muy innovador, que no se esté haciendo en el área de los desafíos que acarrea la migración.

RLM: Te entiendo. Y todo esto está pasando en una época muy interesante, porque primero es una transición para ti. Tienes dos años en Colombia y es verdad, no tienes un día, pero dos años es un período reciente en lo que es la vida profesional de una persona y la vida en general de una persona. De esos dos años, la mitad ha transcurrido en pandemia y, tengo que mencionarlo, porque como internacionalista tú estás viviendo en un país que pasó sesenta años de conflicto armado de guerra civil y que está en estos años recientes, de alguna forma, despertando todo eso y también reinventándose. ¿Cómo ha sido esa experiencia para ti?

ST: Pues muy interesante, por ejemplo, yo me asombré muchísimo de la cantidad de organismos multilaterales que hay acá, todas las oficinas de cooperación internacional que trabajan en Colombia que están acá. Pero, creo que también es como el pensar de la gente. O sea, incluso en temas de la conciencia, de lo que quieren a futuro para su país. Eso me ha parecido muy, muy, muy interesante. Obviamente, el tema del proceso de paz no es tan cuadrado como quizás los medios de comunicación expresan, todavía hay unos desafíos importantes en las regiones más hacia adentro de Colombia, la verdad hay mucho que construir en ese sentido, pero yo siento con las personas colombianas que he tenido la oportunidad de hablar, que tienen un poco más de mi edad, inicios de los treinta, o quizás treinta medios, cuarenta; sí es muy distinto el ambiente que se vive por lo menos en las ciudades. O sea, la gente creo que tiene una percepción de tranquilidad que quizás a veces tú como venezolano no tienes. Entonces, eso para mí ha sido como muy, muy, muy interesante.

RLM: Claro, y ya es una generación completamente distinta. Ya quiere otra cosa, otra época, otro amanecer.

ST: Incluso es una generación que tiene más confianza en el otro, porque, claro, por los múltiples conflictos que este país ha enfrentado —lo ves más que todo en personas mayores—, siempre hay como mucha desconfianza y, lo mismo, no lo estoy diciendo en el mal sentido, sino que creo que fue como un tema de auto-cuidado que surgió en esta época, de tantas dificultades que ellos vivieron. Entonces, incluso, como hasta esa brecha que se va creando entre esta generación que desarrolló su vida como adulto durante un conflicto armado tan duro, la gente que quizás sea un poquito mayor que yo e, incluso, los que vienen atrás, sí empiezas a ver como ya están las relaciones de confianza y ese tejido de puentes se va dando de una manera un poco más natural.

RLM: Saraís, si uno quiere saber más sobre tu trabajo, si se quiere involucrar de alguna manera, ¿cómo puede ser?

ST: Bueno, no sé si en la parte de abajo quizás puedas dejar mi LinkedIn y que la gente me escriba. También podemos dejar mi correo, el personal. Con toda confianza me pueden contactar por esas vías. Igual, yo siempre estoy como tratando de tejer esos puentes, de articular y viendo qué maneras de colaboración existe entre las personas que yo pueda ir conociendo por ahí. Así que, superabierta a recibir cualquier comentario por esas vías.

RLM: Perfecto. Bueno, Saraís Tineo en Bogotá, ¿principal aprendizaje que hasta ahora te ha dejado vivir en Colombia?

ST: Creo que son muchos, obviamente. Todo en la vida es una oportunidad o un aprendizaje. O sea, por muy mala o por muy momento-tierra que puedas tener —esto de  los «momentos-tierra» lo escuché en otro podcast que me gusta mucho. Siempre hay como esos momentos-tierra que te da la vida, los momentos-tierra son como momentos duros—, siempre hay una oportunidad y un aprendizaje de todo. Entonces, creo que hay que tratar de quedarse con los aprendizajes y ver cómo tú lo llevas a otras áreas de tu vida. A veces no los ves en el momento, a veces los ves después. Y, también, creo que es un tema de… No arrepentirse de tus decisiones, porque quizás tú puedas pensar a veces: «de repente no tomé la mejor alternativa, pude tomar otra», pero sí tratar de sentirte en paz con tus decisiones. O sea, siempre va a haber alguien que te va a decir: «tomaste una decisión horrible, ¿por qué hiciste eso?», pero, yo creo que tú sí tienes que luchar y seguir adelante con eso que tú crees o que tú piensas que hiciste o que fue lo correcto para ti. Porque, quizás, lo que es correcto para Saraís, no es correcto para René. No me refiero a un correcto en sentido moral.

RLM: Si no en acertado, que te conviene, que te funcione.

ST: Exactamente, exactamente.

RLM: Pero, ¿tú volvería a vivir en Colombia si tú pudieras retroceder el tiempo y volver a tomar la decisión? ¿Vuelves al eje de Colombia?

ST: No lo sé. Es una pregunta complicada. No lo sé, porque la verdad nada de la vida está escrito en piedra y a veces tu dices una cosa y no pasa así. Si lo escogería honestamente no sé, o sea, yo creo que he tenido una buena experiencia, dentro de todo no me puedo quejar. Pero, la verdad, no lo sé. No quisiera quedarme encerrada en ese sí o no, porque es eso, no me arrepiento, pero creo que quizás si me hubiese tocado en otro lugar, también estaría feliz. Si las circunstancias nos hubiesen llevado a otro lugar.

RLM: Me faltó preguntarte por el tema que dejamos en el tintero: las tradiciones. Me dices que has explorado, tratado de conocer las tradiciones en Colombia y hablamos de las velitas. ¿Cuál es la tradición que más te ha llamado la atención? ¿Qué más te parece digna de mencionar o comentar?

ST: Ay, ya la dije, las velitas.

RLM: La velitas.

ST: De verdad me fascina, me parece superlindo. Me gusta eso, el tema de la intencionalidad. Pensar en esas intenciones y en esas cosas que tú quieras para ti y para los tuyos. Eso me gusta muchísimo. Quiero mencionar en tradiciones algo de la comida que me fascina, me encanta el ajiaco. El ajiaco es mi top de comidas colombianas. El ajiaco es una sopa que está hecha a base de caldo de pollo principalmente, pero también tiene, por ejemplo, crema de leche. La crema de leche se la pones cuando ya está lista y tiene papas, tiene alcaparras. Puede ser un poco fuerte para ciertas personas, porque el sabor de las alcaparras no todo el mundo le gusta, pero, digamos, podrían ser opcionales. Es algo que está dentro del plato, pero pues si no las quieres, no se las pones. El ajiaco tiene una hierbita bastante interesante que —perdóname otra vez, se me escapa el nombre, no me acuerdo cómo se llama la hierbita— es la que le da como ese sabor tan particular que no es como un simple chupe o sopa de pollo. Es bien interesante. De hecho, se dice que el ajiaco es como una sopa prehispánica de toda la época precolombina, es una sopa de muy, Muy larga data. Y los pancitos de bono me encantan también. El pancito de bono se hace a base de yuca y me parece increíble.

RLM: Aquí se consiguen, pero son brasileros.

ST: Ah, sí, sí, sí, sé cuáles son.

RLM: Bueno, amiga, excelente, Saraís. Agradecerte por haber conversado con nosotros, desearte mucho éxito en todo tu futuro en Colombia, ha sido un privilegio tenerte con nosotros

ST: Gracias, René.

RLM: Y agradecer también, entonces, a toda nuestra audiencia. Este ha sido el episodio noventa y tres de Los trabajos y los días. Nuestro sitio en Internet, los trabajosylosdías.com. Disponible en todas las aplicaciones para podcast, redes sociales @trabajosdias y, desde Toronto, les deseamos paz y salud.

///
ACERCA DE LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS:

LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS es el podcast que conecta a los venezolanos globales. Todas las semanas conversamos con venezolanos que viven fuera de Venezuela, para que nos cuenten sus historias migratorias (sus procesos de adaptación, sus experiencias laborales y sus consejos para los próximos migrantes). Cada entrevista que hacemos es en una ciudad diferente del mundo. 

Nos puedes encontrar todos los martes (o jueves) en www.lostrabajosylosdias.com y las principales aplicaciones de podcast, a partir de las 7:00 a.m. (Toronto).

RSS Feed: https://feeds.transistor.fm/los-trabajos-y-los-dias

DATOS DE GRABACIÓN

Audio: MP3/Mono/44100Hz/128kbps 

Consola: Zoom LiveTrack L-8 

Micrófono: / Shure SM7B.

DAW: Adobe Audition

Música: 

Lee Rosevere: 

“Music for Podcasts 1, 3 y 4” 

Chris Hauge: 

“Front Porch Blues” 

“Bleeker Street Blues” 

John Deley: “Beer Belly Blues”